Buscando la luz (secuela de "El último cumpleaños")
Sara jamás olvidó esa noche tan fría e interminable. Después de presenciar cómo le arrebataron a su madre de sus brazos y a su familia del hogar de sus abuelos, se encontró en la soledad. Se la había dejado encerrada en el sótano, sin comida ni agua.
El sonido de los nazis se desvaneció mientras Sara permanecía inmóvil, llena de incertidumbre e impotencia. Quería conseguir justicia pero sentía miedo por cada segundo que pasaba, una sensación de debilidad y vulnerabilidad. Fue en aquella inmovilización en la que empezó a observar detalles del sótano que nunca antes había visto, comenzó a notar con determinada atención una de las mesitas de luz de la madre. Notaba algo tirado por debajo de ella, decidió asomarse para averiguar qué era y lo que se encontró fue con la caja marrón. Estaba abierta con todas las estampas amarillas tiradas en el piso, los nazis no la quemaron.
Permaneció seis días encerrada en aquel sótano, la idea de salir a buscar respuestas invadía su mente pero, al mismo tiempo, la inundaba el miedo. Ella aseguraba que la estaban esperando afuera para ser la próxima víctima. Un día, con coraje, decidió salir y enfrentar la incertidumbre que absorbía su persona desde el día que había pisado aquel sótano.
Polonia estaba abandonada, los nazis ya habían invadido todas las esquinas posibles y no quedaba absolutamente nada de la esencia que ella recordaba de chica. Habían arruinado su casa, su ciudad, su familia, su vida. Sin embargo, Sara se aferró a la caja marrón. Sentía que era lo único que le quedaba de su familia, sabía que en ella yacía el secreto que los nazis buscaban silenciar; como le había comentado su padrino. Se prometió nunca soltarla, quería encontrar respuestas sobre lo que se le había ocultado por tantos años.
A medida que deambulaba por las calles de una ciudad que en su momento la había sentido propia, se encontró con un grupo de sobrevivientes que habían pasado por situaciones de resistencia y pérdida parecidas a la de ella. Algunos eran más grandes, otros de su misma edad. Juntos, formaron un grupo para protegerse mutuamente.
Durante los meses compartidos con el grupo, Sara fue descubriendo la verdadera importancia de las estampas amarillas. Si bien su padrino le había dado información, continuaba teniendo dudas que el grupo pudo responder. Eran símbolos de identidad, los nazis lo tomaban como un aspecto negativo pero era algo que ellos debían defender. A medida que el grupo y su resistencia crecía, las estampas se convirtieron en emblemas de esperanza en aquellos tiempos de incertidumbre y desesperación.
Años más tarde, ya habiendo terminado la guerra, Sara se convirtió en una figura de valentía y perseverancia para su comunidad. Creó una organización en la que ayudaba a gente que había sufrido violencia y perdida en la guerra, su objetivo era ayudar a encontrar familiares perdidos y dar fuerzas para seguir adelante con las herramientas necesarias.
Fue así como Sara logró encontrar la luz en la oscuridad que tanto la persiguió por años, logró mantener la memoria de su familia haciendo justicia desde distintos ámbitos. Por fin volvió a festejar su cumpleaños fuera del sótano, esta vez con su nueva familia.
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